Siguen las mismas fotos en la pared: la tuya, tus ojos, María, tu mirada y la magia de aquellas largas conversaciones que manteníamos en el Instituto, tu cara apoyada en la mano, tu pelo rizado, recogido o al viento, tus camisas, tus jerséis, qué más da, tus ojos, tu mirada, la magia que aún hoy me parece mentira que fuera sólo yo quien percibía, que tú nunca la sintieras. Tus ojos, la magia de aquellos momentos que me hacían sentir seguro como nunca de la felicidad que se escondía detrás de algún pliegue del tiempo para nosotros. Cómo hacértelo ver, cómo convencerte de que detrás de alguno de esos callejones que nos han separado y nos han unido tantas veces hay tanta felicidad esperándonos. Cómo contarte que he visto lo que hay detrás del tiempo por aquellas miradas en que el túnel sereno y castaño de tus ojos se unía al de los míos en uno solo de aire transparente y fresco y avanzan juntos por entre los callejones del futuro. Que he visto lo que hay unas páginas más adelante escrito para nosotros en el guión de este gran teatro. Y así, más arrebujado con tus recuerdos que entre las sábanas, como hacía en aquellas interminables siestas del verano, el duermevelas me va conduciendo lentamente, fundiéndolo dulcemente con la realidad, al sueño.
(Continuará ...)
martes, 11 de noviembre de 2008
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