lunes, 13 de enero de 2014

Una tarde sencilla y hermosa.


Me resultó tan agradable sentir el calor tibio con el que me recibió la casa al volver del frío de la calle.

Esta tarde estuve paseando. El frío del aire me hacía sentir más mi cuerpo, me lo hacía sentir más vivo.

La luz parecía haberse limpiado con las bajas temperaturas, como si sus impurezas se hubieran congelado y hubieran caído al suelo haciéndolo todo más nítido.

Me gustó ir entre la gente y ver tantas caras sonrientes. Esta tarde parecía haber desaparecido la gente desagradable o, quizás, mi intento de quererlos también a ellos me hizo verlos de otra manera.

Estuve un rato voluntariamente cerca de dos muchachos con síndrome de down, oyendo sus conversaciones. Hablaban animadamente sobre el peluquero al que iba uno de ellos y se notaba que eso bastaba para hacerles profundamente felices en aquel momento. Me acordé de sus padres y también de sus hermanos; a mi manera, creo que conseguí sentirlos.

Ha sido una tarde sencilla y hermosa. La luna sale ahora muy temprano y me gustó verla todo el tiempo ahí arriba, ver cómo se iba haciendo según avanzaba la noche.

Me gustó sentir entonces, especialmente, a los que más quiero.

Al volver, me resultó tan agradable sentir el calor tibio con el que me recibió la casa.

Ha sido una tarde sencilla y hermosa esta tarde.


Jesús.