Ayer murió un hombre
y una mujer,
murieron muchos hombres
y muchas mujeres
arrasados por el fuego.
El mismo fuego
que antes calentó benéfico
las raíces que los alimentaban.
El mismo fuego
que acarició sus cuerpos
junto a las olas, al sol del verano.
Ese fuego arrasó ayer
a un hombre y a una mujer,
arrasó a muchos hombres
y a muchas mujeres
hundiéndolos para siempre
en la hondura infinita del tiempo.
Jesús.
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