viernes, 18 de septiembre de 2009

El Callejón. Novela por entregas. Página 22.

Como fui feliz yo luego cuando te encontré desde el autobús en aquel semáforo, como lo fui yo al encontrarte de nuevo cada tarde en que tomábamos café y todos los días en que preparaba las frases, los gestos, las risas, los nervios de nuestros encuentros.
Como será la mañana ésa en que al despertar te encuentre a mi lado porque has decidido quedarte, quién sabe hasta cuándo. Como es cada día que te contrato, cada tarde en que preparo nuestro encuentro, en que no sé bien por qué, percibo que todo son indicios de que quizás será ésa la ocasión.
-¿Tiene usted hora?. La pregunta me ha devuelto al vagón en el que voy casi solo. A través de los cristales, por estos paisajes desiertos por los que hace tantos años que me lleva, veo uno de esos espectáculos simbólicos que desasosiegan tanto, uno de esos espectáculos que se dan a esa hora crucial que parece durar años; esa hora en la que la vía pasada se pierde en un atardecer rojo, cada vez más rojo, cada vez más lejos, cada vez más apagado pero aún de día, y a la vía por venir la engulle un enorme agujero negro, un agujero que se asocia al frío breve y brusco y nos sobrecoge. Esa sensación de estar entre el día y la noche, en medio del tiempo.
Con los vaivenes del tren he debido quedarme dormido. Vamos ahora cruzando un túnel, uno de los muchos túneles por los que ha transcurrido tantas veces este tren que me lleva y a los que, sin embargo, no consigo acostumbrarme. Uno de esos túneles que como algunos callejones de la ciudad, aunque conocidos, cada vez que los cruzo me dan un vuelco en el corazón, como si al salir de ellos mi futuro no fuera a ser el mismo, como esos agujeros negros que nos hacen saltar varios años luz, varias vidas quizás, como si de salir un momento antes y cruzarme con las que en ese instante pasan por allí, a salir después y que la gente sea otra dependa no sólo mi futuro, sino el futuro de toda esa gente que ya nunca me encontrará en ese momento y en ese sitio y la de los que sí me llevarán siempre consigo en la retina subconsciente como ellos irán en la mía, modelando seguro en algún porcentaje el futuro de mis gustos y mis disgustos, de mis anhelos y mis decepciones, que en alguna medida ya tendrán irremediablemente como parte de sus modelos y de su medida de las cosas aquel instante, aquellos olores, aquellas sonrisas, aquellas caras de fastidio, aquella gente.

Continuará (...)

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