miércoles, 29 de noviembre de 2023

No son más que palabras.

 Hoy quisiera traerte la luz y, qué impotencia, sólo puedo entregarte su nombre. 

Hoy quisiera, con mis manos, mostrarte todo mi amor, pero no me salen más que caricias. 

Hoy quisiera, con palabras, regalarte toda la paz que siento, pero sólo me sale acompañarte en silencio. 

Hoy quisiera fundirme contigo, ser uno solo, pero no me sale nada más que rodearte con mi abrazo. 

Amor, perdóname hoy esta torpeza mía de no ser capaz de traerte, como siempre, nada más que esto: el eco del eco del eco de todo lo que siento. 


Jesús.

martes, 28 de noviembre de 2023

Mercedes y Pedro.

 Me sonríen desde el fondo del tiempo, Pedro y Mercedes, paseando cogidos del brazo, casi arrastrando los pies. Junto a mí, en la esquina de El Barco, los ve pasar incrédulo Lorenzo, al que mi recuerdo ha revivido en este instante.

Lorenzo llegó una mañana a la casa de vecinos buscando a Mercedes, su novia de siempre. Él desapareció de un día para otro al inicio de la guerra y volvía ahora, pasados los años, cuando pudo hacerlo sin que su vida corriera peligro. Imagino la impotencia de Lorenzo y su familia sin poder decir una palabra sobre él a su novia por miedo, la impotencia de Mercedes sintiéndose abandonada y sin entender nada. La impotencia de ambos al reencontrarse pasado el tiempo en una situación que no tenía remedio: 

-Pedro es un buen hombre, tenemos hijos. Si yo hubiera sabido... -Si yo hubiera podido...

No me imagino cuánto dolor puede caber en una despedida como ésa, sin un beso siquiera que sirviera para mitigar la congoja.

Veo a Pedro y a Mercedes cogidos del brazo, casi arrastrando los pies. No sé si él se enteró alguna vez de aquella escena, no sé lo que pudo durar la herida en ella..

Ahora, así, agarrados, andando juntos es como yo los recuerdo siempre. Pedro y Mercedes fueron buenas personas, sus hijos son buenas personas. Creo que supieron construir con sus circunstancias una buena historia; no la que habían soñado, seguramente, pero una buena historia. 

Cuando yo oí contar esto a mi madre y mis tías, entre sorbos de café, una tarde de verano en que tenían de fondo la radionovela y creían que los niños dormíamos la siesta, me llevé una sorpresa muy grande,  me invadió una pena muy grande. Al niño que yo era entonces no le cabía en la cabeza que la vida pudiera castigar de esa forma tan injusta a las buenas personas, como no me cabía en la cabeza que ellos hubieran vivido sus vidas con tanta normalidad habiéndoles ocurrido aquello. Después, esa misma vida, gracias a personas como ellos,  se encargó de enseñarme a vivir a mí también. Pero aquella tarde de radionovelas de verano faltaban aún muchas historias como ésta para que mi inocencia fuera dejando sitio a todo lo que aún me faltaba por ver. 


Jesús.




viernes, 24 de noviembre de 2023

Viven en mí.

 No sé si ellos serán conscientes de ello allá donde estén; pero, si no es así, me gustaría que lo fueran. Que fueran conscientes de cómo los siento, desde hace algún tiempo, presentes en mi vida. No me refiero a la influencia que ellos han tenido y tienen en mí, a la influencia genética, al parecido que me noto cada vez más con ellos. Me refiero a otra cosa, me refiero a que yo siento desde hace algún tiempo, cada vez más, cómo ellos siguen vivos en mí, cómo ellos utilizan mi cuerpo junto a mí, colaborando conmigo, cómo ellos siguen vivos, pero vivos de verdad, en mí.

Aquí, ahora, estoy trabajando.

 No sé bien por qué me ha venido ahora esta imagen, pero me ha venido: estaba yo en el patio de la casa de mi madre, sentado en la escalera de la azotea. Releía yo San Manuel Bueno, mártir, preparando una clase de segundo de bachillerato. Mi madre me llevó un café. La tarde tenía una luz y una temperatura que intensificaban mi dicha. Le dije la suerte que tenía de poder llamar a aquel momento mi trabajo. Ella me respondió que tuviera cuidado, que el café quemaba, y eso me hizo sentir aún mayor la suerte que tenía por darme cuenta de lo importante que era aquello que le acababa de contar.