Mueve el aire, esparce,
mece el aire y desordena
el azul claro del cielo,
el verde claro de las hojas,
la sombra que me cubre
del árbol amable que cobija
este almuerzo a la orilla del río.
El rumor suave del agua,
el frescor de la blanda hierba
acogen mi sueño dulce.
El dulce despertar de mis sentidos devuelve
a la caricia del aire, mi cara,
a la caricia del cielo, mis ojos,
a la caricia de tu mano, la mía.
Jesús.
Dale sentido
a todo este aire caliente y espeso
de este día de agosto sin agua.
Ven,
acaricia esta página y dale una razón
a la pesadez de las horas colgadas
del minutero de este reloj que no avanza.
Vendrán días luminosos, lo sé.
Vendrá un aire ligero y dulce,
unas horas que danzarán
ingrávidas sobre su esfera.
Pero, mientras espero
entre juegos lentos, entre vapores empañados,
entre parlamentos que se alargan
sólo por pasar este lento tiempo,
ven y dale sentido a esta tarde
dibujando palabras sobre la página en blanco.
Jesús.