A veces,
cuando se cruzan dos líneas
en el espacio o en el tiempo
se produce, fugazmente, la magia.
Jesús.
Blog literario de Jesús Mejías (epegopo@gmail.com)
A veces,
cuando se cruzan dos líneas
en el espacio o en el tiempo
se produce, fugazmente, la magia.
Jesús.
Y sigue ahí la luna, indiferente,
desafiándome de nuevo,
desafiándome a un nuevo verso,
uno que descubra, al fin, su esencia,
que descubra la razón de su frialdad infinita,
una esencia que tal vez no exista,
una razón que tal vez no haya.
Jesús.
Y el olor de la hoja
de un naranjo en la calle,
me devuelve esta felicidad
doblada entre mis dedos
que yo creía perdida.
Jesús.
En la parte alta de la ciudad,
un antiguo monasterio y su cementerio,
un enorme prado entre sus muros
se transforma en jardín allá a lo lejos.
Cuánta paciencia trajo el mundo hasta aquí,
cuánta humildad inconsciente,
lluvia a lluvia, sol a sol,
trajo estos prados hasta hoy.
Cuántos años depositando
una piedra sobre otra piedra
para esta emoción mía presente.
Imensidad de silencio, de piedras, de años:
la soledad, aquí, me hace sentir
la pequeñez humilde de nuestras vidas particulares.
Jesús.
Veo mis dedos danzando ágiles,
de letra en letra, modelando
el ritmo de mis emociones.
Mis dedos saltarines
se vuelven voluptuosos cuando
hacen bailar mis sentimientos
Jesús.
Este olor a café
de la mañana,
el calor de esta hogaza de pan,
este despertar del
sentirse vivo cada día,
justifica, a veces,
el dolor de las manos y
el sudor de la frente.
Jesús.
A mi mujer,
a sus ojos, a sus oídos,
que me recuerdan cada día
la importancia de estar vivo.
Jesús
A mis padres,
que siguieron en mí
el largo viaje de los tiempos.
A mis hijos,
que me permitieron cumplir
mi compromiso con la vida.
Jesús.
Cómo ver en ruinas esta casa,
estos techos deshechos
sobre la cama en que nací,
si sigue la higuera en el centro del patio
en el que me vio la luz por primera vez.
Cómo ver en ruinas esta casa
que me sigue regalando
el calor y el olor del primer día.
Jesús.
Y esa necesidad de inventarse,
hoy de nuevo,
una suerte de inmortalidad,
como cada día, para resistir.
Jesús.
La marea de las palabras,
el vaivén de acentos y sílabas
mece y adormece mi sentido.
La luz, ¿dónde se fue?
¿Tras de qué ola se escondió el sol?
Vuelve, esencia, idea pura,
sentido último y primero,
razón por la que escribo.
Jesús.
Anoche, hicimos el amor
y una tormenta inmensa
arrasó nuestro refugio en el campo.
Paredes en el suelo, socavones
por los que se nos escapaba el alma.
Entonces,
nos miramos, sintiendo,
allí en medio,
que hacíamos el amor con las manos cogidas.
Jesús.