martes, 22 de agosto de 2023

Comienza la liga (I)

 El pasado fin de semana comenzó la liga y, como cada año en estas fechas, siento mariposas en el estómago y me da un vuelco el corazón cada vez que oigo este anuncio en algún medio.

Es cierto que, con los años, uno va perdiendo la inocencia imprescindible para entusiasmarse con el fútbol como lo hacíamos cuando éramos niños o adolescentes; pero fue tan intensa la vivencia entonces que es difícil no revivir, en estas fechas, algunos de aquellos inicios de temporada que, por lo que fuera, se quedaron grabados de una forma definitiva en nuestro ser.

Revive en mí ahora la emoción de tres momentos muy distintos: en el más antiguo, estoy en el campo con mis padres. He puesto unas piedras que delimitan la pirtería y mi padre me está chutando (bueno, mi padre lleva chutándome, con bendita paciencia, desde por la mañana, mientras mi madre prepara el arroz en el fuego sobre unas piedras.

Detrás de uno de los postes, está la radio (un aparato enorme que era radio-tocadiscos y funcionaba a pilas, un aparato que debió salirnos muy bueno porque lo recuerdo pegado a mí, dentro y fuera de la casa, durante toda mi infancia).

En la radio, suena la voz de Vicente Marco dando paso a los distintos estadios. Recuerdo este día y me sube del estómago un sabor agridulce, mezcla de la alegría por la vuelta del fútbol y de un sabor a angustia que tiene que ver con la inminencia de la vuelta al cole y con el vacío que me produce que se juegue un único partido, a las seis de la tarde, ese día. Que tiene que ver con la falta de pitidos en la radio anunciando goles en uno y otro estadio a esa hora. Juega el Valencia de Quino, Valdez, Sol, Claramunt, Antón,... Debe ser el año setenta y poco. No recuerdo el equipo rival, pero desde luego no es un grande. Me ahoga el sonido de los indicativos sonoros del gol de una forma huérfana, aislada, en un único estadio habitado en medio de otros desiertos a lo largo de todo el mapa. Ha vuelto la liga, pero echo de menos el ritmo vertiginoso de la coincidencia de todos, o casi todos, los partidos a la misma hora. Sé que llegarán la semana próxima, el domingo próximo; pero esa espera, al niño que soy entonces, le parece una una espera eterna, excesiva, inabarcable para su tierna emoción.


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