Me asalta ahora otro inicio de liga. En esta ocasión, es sábado, sábado por la noche, es el cuatro de septiembre de 1976. Yo tengo catorce años y mis padres me han hecho socio del Sevilla F.C. Mi equipo es el Athletic de Bilbao, pero lo que a mí me gusta de verdad es el fútbol. Voy al partido solo, acompañado en el autobús de mi pueblo por muchos aficionados a los que no conozco, que van también al partido. Para mí es emocionante ir por primera vez en mi vida solo a Sevilla, ir por primera vez solo al fútbol, sentirme envuelto, en el camino al estadio, en una marea humana que canta, que sonríe, que se saluda, aun sin conocerse; una marea roja y blanca de bufandas, de camisetas.
Al llegar al campo, me impresionan los focos iluminando el rectángulo verde y el penetrante olor a hierba recién cortada que sube con la humedad de las primeras horas de la noche de septiembre. Tímidamente, voy sumándome a los cánticos hasta que siento mi voz diluida en la de todos, fundida con la de todos a modo de coro.Es el debut de Héctor Scotta con el Sevilla, un futbolista que dicen que dispara con una fuerza inusitada, lo que entusiasma a la grada desde su salida al campo, aunque este día haya fallado un penalti. El partido termina 0-0 y, de regreso, me siento embriagado por las conversaciones del autobús, por las luces de la noche en la capital, tan desconocidas aún para el niño de pueblo que soy.
De vez en cuando, me sigue viniendo, asociada a ese día, la emoción de sentirme mayor por primera vez en mi vids, solo, en medio de lo que parece el mundo de los mayores. Este día, incluso tomar la decisión, en el descanso del partido, de qué tipo de bebida elijo para no ahogarme con el bocadillo de tortilla que mi madre me ha preparado me hace sentirme orgulloso.
Aquella noche, al llegar a casa, me hacía sentir lleno, también, notar que yo concitaba el interés de todos mientras les contaba el partido, mientras les contaba el camino, mientras repetía algunos lugares comunes que había oído a los que me rodeaban detrás de la portería de gol-sur.
Aquella noche, en la cama, con mi radio-tocadiscos rojo bajo la almohada, estuve oyendo, muy bajito, el resumen de la jornada, reviviendo cada instante del partido ... y me quedé dormido, aunque no recuerdo bien en qué minuto del mismo lo hice. Lo que sí recuerdo es la sensación de plenitud que tenía aquella noche, la sensación de plenitud que siempre asociaré a aquel partido, a aquel día.
El tercer inicio de liga que tengo grabado ocurrió siendo ya mayor. Se había estrenado aquel domingo la liga y yo me había estrenado como padre hacía apenas seis meses. Ya los partidos habían finalizado todos.
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