miércoles, 23 de agosto de 2023

Comienza la liga (III)

Aquel domingo era la primera jornada de una nueva liga de fútbol. Durante la tarde, mientras jugaba con mi hija de apenas seis meses, el sonido de los goles en la radio, al fondo, me despertaba intensamente toda la inocente emoción con que yo esperaba la sensación que, de niño, ansioso, me despertó siempre aquella primera jornada después de un verano sin partidos. Luego, con las luces adormecidas de un anochecer incipiente, fui paseando mi hija en su carro a la freiduría. En esos momentos sentía una de esas expresiones de inequívoca felicidad que uno tiene tan pocas veces y que, tan pocas veces, uno tiene la certeza de compartir con alguien. Entonces, pasando bajo las altas hojas de los árboles mecidas, suave, muy suavemente, el viento de aquella hora me trajo de nuevo, con el sonido de una radio que se escapaba por la ventana de una casa, todas las serenas emociones del día: la voz de Pepe Domingo Castaño resumía con un cierto aire poético la jornada, mientras sonaba de fondo una canción que no perteneció a mi mundo íntimo hasta muchos años después, era “Ware wonderful world” y, en aquel momento, el aire que llenaba mis pulmones me produjo una sensación de plenitud que, después, muy pocas veces he sentido.

          Yo, entonces, no era capaz de poner nombre a aquellas sensaciones; ni siquiera, seguramente, de distinguirlas claramente hasta que, con el tiempo, las palabras fueron llegando para hacerlo. Sin embargo, cuántas cosas sabemos de alguna forma desde el principio. Cada vez tengo más la impresión de que lo sabemos todo desde el inicio y de que, en gran parte, la vida no hace más que ir poniendo nombre a las cosas, a las ideas, a los sentimientos que siempre estuvieron ahí y, a veces, nos va dando también el valor necesario para ir reconociéndolos y encajándolos en ese “yo” que vamos construyendo poco a poco."

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