viernes, 30 de mayo de 2025

Hoy ha pasado algo

Hoy me ha pasado algo

y me sorprende salir a la calle

y ver que el mundo no lo ha notado.


Paso ante la gente,

unos me saludan, otros me ignoran;

lo de siempre.


Paso ante la gente y no puedo entender  

que no vean en mí la luz,

la luz que me rebosa, que me desborda.


Jesús.


Molino de Benarosa

Tus ojos, la luz, tus labios;

tus labios, la luz, el beso...


Me besaste o te besé:

nos besamos...


El aire envolviéndolo todo,

inundándonos todo:

el color, el olor de nuestras miradas;

el color, el olor de nuestras palabras;

el calor del aire tibio dentro

llenándome de ti,

llenándome de ti hasta lo más hondo,

llenándome de ti, cálido, acogedor, pleno.


Jesús.

domingo, 25 de mayo de 2025

Mi zapatero, "El maestro música". Calle Nueva, Alcalá de Guadaíra.

Tras la puerta desvencijada y horadada, 

en una habitación hundida, 

está el Maestro Música, mi zapatero. 


La zapatería la recuerdo en silencio, 

en silencio y a oscuras, como un templo. 

La zapatería era una habitación muy pequeña

se llegaba a ella, bajando unos escalones. 


Y allí abajo, entre montones ordenados 

de zapatos, sentado con su delantal azul, 

estaba el maestro.


Veo desde la luz, desde mi juventud, 

a este hombre al que admiro tanto, 

en ese pozo de oscuridad. 


Se mezclan en mí, al verlo, 

melancolía y admiración

por cómo su mera presencia 

da vida a este pozo, convierte 

en pozo de sabiduría este agujero.


De su boca van saliendo 

palabras que yo jamás había oído:

melómano, percusión, instrumento de viento,

Bach, Mózart, director de orquesta.


Sigo oyendo en mi memoria, extasiado, 

la voz del maestro durante horas,

como aquel niño sobrecogido, 

emocionado mientras lo escuchaba hablar. 


Oyendo al Maestro, viéndolo trabajar, 

descubro el entusiasmo 

ante todo lo que está bien hecho, bien contado, 

gracias a la vida, a la tranquila pasión,

a la humanidad que rebosan 

las palabras de este hombre. 


Él no tenía el tono expansivo, 

el ritmo narrativo de Manolo el de El Barco 

esa capacidad suya de revivir las historias. 



El maestro era pequeño y menudo, 

con esa forma de silla que adquiría 

su cuerpo sobre el taburete, 

con la cabeza siempre gacha, 

mirando el trabajo mientras hablaba 

por esos ojillos pequeños. 


El Maestro, lo era en el tono íntimo, 

en el amor que te daba mientras hablaba, 

en el lirismo sencillo y tosco 

de ese hilo de voz aflautado

que salía de su pequeña humanidad.

 

Jesús.


sábado, 24 de mayo de 2025

La búsqueda.

A veces, llegas, inundando mis manos,

con la plenutud del hallazgo.


Otras, el mero intento me trae

la alegría de haberte buscado.


Se abrazan en la pantalla y el papel

pensamientos sentidos a tinta lenta,

sentimientos pensados en carne viva.


Abrasa mis horas la intuición de la forma,

calma mi sed volver a la idea.


Una noche más, regreso a la cama

con la certeza de volver a buscarte mañana.


Jesús.

El reloj de la cocina

 Un humilde bodegón mueve

las finas alas del tiempo

latiendo en la pared

de la cocina de la abuela

desde hace siglos.


Va marcando, inalterable,

el ritmo de nuestras vidas,

acompañando el devenir

de todos nuestros momentos.


Nunca fui tan feliz

como abandonado a su fluir pequeño.


La abuela ya no está, pero sigue

ahí colgado el mismo sonido

que siempre la acompañó,

que acompañó siempre a la casa.


Jesús.

jueves, 8 de mayo de 2025

Relojes derretidos

 Pasea delante de mí,

camina con las manos detrás,

lenta, muy lentamente. 


Lleva una gorra. Desentona

en él la publicidad de una gasolinera.

Se va encorvando cada vez más

su orgullosa figura,  sus enérgicos pasos. 


¿Qué busca allá, en la lejanía,

desde la acera elevada?,

una mano seria sobre los ojos,

otra tras de su espalda ajada. 


Es como si ya no temiera,

él que tanto corrió, 

ser alcanzado por el tiempo,

como si, ya sobrepasado hace mucho,

nos mirara flotando desde fuera,

con la tranquilidad de estar,

ya para siempre, a salvo de ser arrasado. 


Jesús.

Necesito que mi pluma me rescate

 Hoy he visto gestos hermosos

entre algunas personas que no conocía...

y lo necesitaba. 


Y es que hoy necesito que mi pluma rescate

lo mejor de todo esto:

no la esencia prístina, animal, de lo humano;

no, hay mucho dolor ahí, mucho egoísmo,

algo muy feo. 


Necesito que rescate mi pluma...

que rescate un instante noble, 

inocentemente noble, ingenuamente noble

que me devuelva a ese centro

desde el que casi todo es hermoso. 


Después de cerrar el periódico, de leer 

algunos comentarios feos de gente anónima

en mi teléfono móvil, de ver

pandillas de niños tratándose como animales,

necesito confiar en los gestos sencillos

de personas que no aspiran a ser 

heroicamenre distintas, egoístamente indistintas. 


Jesús.

Aquel beso

 Ayer, mi mujer y yo nos besamos

mientras íbamos por la calle.

Fue un beso sencillo, espontáneo, en la mejilla. 


Alguien que se cruzó con nosotros

nos sonrió y nos dijo: "gracias".

Fue un gesto raro, raro y hermoso

el de este hombre al que no conocíamos. 


A veces, no es necesario encontrar explicación,

sólo dejarse abrazar por las cosas hermosas

que nos viven en la calle una mañana cualquiera.



Jesús.

El tiempo.

 Pasea delante de mí,

camina con las manos detrás,

lenta, muy lentamente. 


Lleva una gorra, desentona

en él, la publicidad de una gasolinera.

Se va encorvando cada vez más

su otrora orgullosa figura, 

sus enérgicos pasos. 


¿Qué busca allá, en la lejanía,

desde la acera elevada?,

una mano seria sobre los ojos,

otra tras de su espalda ajada. 


Es como si ya no temiera,

él que tanto corrió, 

ser alcanzado por el tiempo,

como si, ya sobrepasado hace mucho,

nos mirara flotando desde fuera,

con la tranquilidad de estar,

ya para siempre, a salvo. 


Jesús.