domingo, 25 de mayo de 2025

Mi zapatero, "El maestro música". Calle Nueva, Alcalá de Guadaíra.

Tras la puerta desvencijada y horadada, 

en una habitación hundida, 

está el Maestro Música, mi zapatero. 


La zapatería la recuerdo en silencio, 

en silencio y a oscuras, como un templo. 

La zapatería era una habitación muy pequeña

se llegaba a ella, bajando unos escalones. 


Y allí abajo, entre montones ordenados 

de zapatos, sentado con su delantal azul, 

estaba el maestro.


Veo desde la luz, desde mi juventud, 

a este hombre al que admiro tanto, 

en ese pozo de oscuridad. 


Se mezclan en mí, al verlo, 

melancolía y admiración

por cómo su mera presencia 

da vida a este pozo, convierte 

en pozo de sabiduría este agujero.


De su boca van saliendo 

palabras que yo jamás había oído:

melómano, percusión, instrumento de viento,

Bach, Mózart, director de orquesta.


Sigo oyendo en mi memoria, extasiado, 

la voz del maestro durante horas,

como aquel niño sobrecogido, 

emocionado mientras lo escuchaba hablar. 


Oyendo al Maestro, viéndolo trabajar, 

descubro el entusiasmo 

ante todo lo que está bien hecho, bien contado, 

gracias a la vida, a la tranquila pasión,

a la humanidad que rebosan 

las palabras de este hombre. 


Él no tenía el tono expansivo, 

el ritmo narrativo de Manolo el de El Barco 

esa capacidad suya de revivir las historias. 



El maestro era pequeño y menudo, 

con esa forma de silla que adquiría 

su cuerpo sobre el taburete, 

con la cabeza siempre gacha, 

mirando el trabajo mientras hablaba 

por esos ojillos pequeños. 


El Maestro, lo era en el tono íntimo, 

en el amor que te daba mientras hablaba, 

en el lirismo sencillo y tosco 

de ese hilo de voz aflautado

que salía de su pequeña humanidad.

 

Jesús.


No hay comentarios: