La luna ofrece un manto blanco
en la caída de la noche
al último maullido de mi gato.
Se va tras él, diluido en un aire eterno
que sentiremos siempre cerca,
siempre dentro.
Sé que debe pasar un tiempo
para poder modelar adecuadamente
un dolor tan intenso con las palabras,
pero hoy era demasiado evidente
esa llamada al infinito
como para ignorarla.
O quizás sólo sea
mi necesidad de desahogo
la que es, ahora, demasiado grande.
Jesús
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