viernes, 11 de abril de 2025

Me siento dividido en dos. La península de las casas vacías.

 Un mundo se destruye entre mis manos

en las páginas que se deslizan por mis dedos.

Mientras, también ante mis ojos,

la luz de la primavera brilla

en las hojas de un olivo casi reciennacido. 


Me siento partido en dos:

sufro impotente ante las letras que corren

despavoridas entre cadáveres familiares

y me diluyo en la brisa suave que danza

con los brotes tiernos de este aceite prometido. 


Me levanto abrazado al dolor 

de unos personajes que me conmueven

y paseo con ellos por este modesto paraíso,

como si quisiera recompensarlos

con este regalo que el instante me ofrece. 


Jesús.

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